viernes, 10 de diciembre de 2010

Mirada crepuscular

Abre los ojos, tu cuerpo es vano ahora.
Ya no hay límites que ensordezcan
de fiebre la belleza con la que palpas el mundo,
o que azuce al cuello con su soga
la mesura angosta y estéril
que atenúa el contorno de las cosas.
Tiende al mundo la boca
con las que besas cada concurrencia
y cada tacto de esta danza
de cadencia silente.
Cada día te es más ligera,
con los brazos la recoges, la meneas,
la devuelves en bandada,
otras veces en pequeños susurros,
haces de este movimiento un sempiterno vaivén de aceptación.
Y no renuncias a nada, no,
no puedes, suma de lo bello,
todo lo quieres enjugar con los párpados,
con tus versos o con los labios.
Los vértices, los andamios y pasarelas
los cambias por amplios océanos
en los que el azul sereno
no distinga el agua del aire,
o donde todos tus afectos
se venzan en un mismo mar blanco.
La soledad ha sido para ti
una forma mística de conocimiento,
hallar pretendías una esencia
que te sirviese para desenvolver el mundo,
la tuya, la que corretea por tus ojos;
humana como la carne que te entraña.
Pero a ti ya no te importa tu carne,
ni tu orgullo, ni tu celo,
tú ya no tienes rostro al que mirar,
ves el mundo en movimiento
y con la vista lo rebasas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Decadencia o desarreglo de los sentidos.

No quiero escribir nada hoy
tan sólo observar, esperar, sentir mi figura como se me desprende
del pensamiento al desgarrarla con los dientes.
Arder mientras zozobra el tacto de mi piel que se arrastra
contra la mañana irreversiblemente.
Un pájaro golpea sobre el cristal
y desde el cielo las estrellas se agitan
haciendo llorar el amanecer desnudo.
No queda afán en mi aliento, ni voz
en mi pecho que vista mi alma.
Ahora, cada vez más desnudo como un ángel que aguarda
evocando un secreto, un murmullo líquido, redentor.
Lucen vagamente las simetrías rotas de este mundo,
y quien las ve no puede volver a mirar de otra forma
sino es con labios secretos.
Sólo quedará el contorno de nuestra piel bajo el espejo
de la memoria que aguarda la muerte.

viernes, 1 de octubre de 2010

Si temierais morir

"El amor es una muestra mortal de la inmortalidad".
Fernando Pessoa

Cógeme la mano
y asidos crucemos juntos hacia el ocaso,
hallando la mañana desmintamos todo.
Obliguemos a que nuestras bocas lo pronuncien
a que nuestros pechos rocen el esplendor
de la absoluta sencillez.
Un pájaro tibio que no teme a la muerte
brilla al mínimo soplo,
no es coraje ni destreza lo que lo distingue,
sino la comprensión que lo desasida,
y lo descuelga de la blanquísima ingravidad.
Allí reposa, abre los ojos
y vislumbra este mar donde arden los nombres
de quien ama aquello que no contempla,
y contempla aquello que no ama.
Tras sus retinas verán la tierra
con la que cubrirán el rubor de lo que su vida fue,
y con la que darán lecho a su ignorancia.
Dame la mano,
volemos tan simples y bellos,
como ese ocaso que nos dio cobijo, del que nacimos,
secretos y enamorados,
alumbrando con nuestros ojos
a dos amantes extraviados. Pero dos amantes poderosos
que como una flor exhalan del mundo
aquello que los mantiene vivos.

viernes, 26 de febrero de 2010

Te estoy besando más lejos


"...cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía..."
Pedro Salinas
 
Tan sólo querría mirarte más allá de la carne y los huesos,
aspirar tu aliento mientras rozas mis labios
con palabras que puedan anidarse en lo profundo de un ocaso,
y esperar al alba para dar sustento a un ensueño,
dibujando, acariciando la sinestesia que se recoge en tu boca.
Me gustaría leer cuanto hay en tus ojos, todo cuanto has visto
y sentir que tu pecho y el mío envuelven juntos
el rasgar de las cuerdas de aquel compás que mece el mundo.
Y de esa estampa afanada escribir poemas de amor,
dejarlos enredados entre las hojas de los sauces
para que vistan cada atardecer, cada primer golpe de luz.
Después ver como el tiempo muere, como nos deja asolas.
En mi mano se desviste una flor cuyos pétalos alojan
los besos que jamás nos dimos,
o que nos dimos pero tú estabas bajo el agua,
allí besando la tibia línea,
aquella que separa el mar en el horizonte.
Y en cuántos besos me sumergí desgarrando mi torso,
salpicando mi anhelo con la tinta que usé para estos versos.
Puede que la próxima vez mis ojos oscurezcan,
muera junto al tiempo y mi corazón se envuelva
de esta pausa. Y allí esperaré, enamorado no de ti,
sino de una estatua de hielo que me tiene preso.

viernes, 19 de febrero de 2010

Marismas de hiel

             Escribo sobre el odio y estriban mis palabras con el corazón hostigado por la ira, la misma que toma forma furtiva, y se desenreda en el viento levantando cenizas entre suspiros. Es una gacela lánguida que todo lo envenena, como el rubor del viento que golpea los amarres oscureciendo su tersura. Tan sólo el salitre atestigua su desmembrado escollo, un salitre henchido por el rumor de gente muerta, ciudades rotas y la ausencia de una certeza humana en las mentes de aquellos torsos, dorsos, bustos de mármol blanco sobre el que se refleja un dios que no existe. Choque de civilizaciones, economía en receso, recursos, expansión imperialista, todo nace y todo crece en el mismo laberinto de espejos que se agota y apoca su carne pútrida bajo los brazos de un demiurgo hostil que posee un semblante para cada uno de nosotros. Como la tierra abraza el mar en su forma más sencilla, el hombre se abraza a sí mismo y cuando sube la marea se desatan los amarres, los mismos amarres repletos de sal y sedientos de amor y poder en paradójica equidad. No puedo evitar escuchar un chirrido agudo, un silbido de grillo aterrado que me enloquece. Será eso a lo que llaman la voz de la conciencia.

sábado, 13 de febrero de 2010

Sólo hay un cuervo

           Gritaban las sombras esperando a devorar tu presencia, tu silente figura. Llovió y sin decir nada te serenaste, las luces de la tarde socavaban en tu estampa de lince. Un tejido de pájaros negros sentenciaba tu quedo empaque. Los cuervos sabían que lo sucedido había quedado retenido en tus ojos, en ese mirar donde se deshace tu historia y se desvela lo que somos, donde se soslayan las voces quebradas que acobardaron tu realidad. Y por ello tan sólo esperaban, esperaban para descifrarte y arrebatarte tu última sombra con una simple inclinación. Un aguijón más grande que tu propio alma dispuesto a arrebatarte todo, y empuñar tus retinas como cetros mostrándonos nuestro relato. Quiénes somos. Como un cuervo que te saca los ojos de un estruendo, así de agitado resulta mirar hacia dentro y descubrirte en el más inmenso vacío de estar asolas contigo mismo.

sábado, 6 de febrero de 2010

Máscara de estuco

Detuve el aliento y en silencio empecé a hablarme a solas, pensé que moría, que en algún momento no distinguiría los límites de mi cuerpo, callé y sentí la brisa que rozaba mis párpados. Era como si nunca hubiera existido, si como alguna vez nada de lo que me había preocupado me importara ahora. En este extraño sentir he estado enamorado de la nada y de todo, pensé, y una vez más noté la brisa y todo estaba por desvanecerse. Me di cuenta de que era lo más próximo a la eternidad de lo que nunca antes había estado.

Si en un soplo de luz se me aclararon más los ojos,
fue porque morí, y con la boca abierta besé el mundo,
palpé las piedras que cayeron al mar y salpicaron el anochecer.
Desdibujé la última lágrima desvanecida,
mientras figuras de barro acompañaban el movimiento
con sus máscaras de estuco blanco. Mecían mi sombra sus [susurros
desnudos,y acariciaban el contorno de mi piel
también desnuda, como un bailarín descalzo sobre el mármol,
como un pincel de labios como plumas.
Todo se volvió leve, y leve volvió de la nada,
del anclaje de nuestra memoria de tamiz de cáscara
maldita. Y allí entendí todo y nada, y me enamoré de ello.