viernes, 26 de febrero de 2010

Te estoy besando más lejos


"...cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía..."
Pedro Salinas
 
Tan sólo querría mirarte más allá de la carne y los huesos,
aspirar tu aliento mientras rozas mis labios
con palabras que puedan anidarse en lo profundo de un ocaso,
y esperar al alba para dar sustento a un ensueño,
dibujando, acariciando la sinestesia que se recoge en tu boca.
Me gustaría leer cuanto hay en tus ojos, todo cuanto has visto
y sentir que tu pecho y el mío envuelven juntos
el rasgar de las cuerdas de aquel compás que mece el mundo.
Y de esa estampa afanada escribir poemas de amor,
dejarlos enredados entre las hojas de los sauces
para que vistan cada atardecer, cada primer golpe de luz.
Después ver como el tiempo muere, como nos deja asolas.
En mi mano se desviste una flor cuyos pétalos alojan
los besos que jamás nos dimos,
o que nos dimos pero tú estabas bajo el agua,
allí besando la tibia línea,
aquella que separa el mar en el horizonte.
Y en cuántos besos me sumergí desgarrando mi torso,
salpicando mi anhelo con la tinta que usé para estos versos.
Puede que la próxima vez mis ojos oscurezcan,
muera junto al tiempo y mi corazón se envuelva
de esta pausa. Y allí esperaré, enamorado no de ti,
sino de una estatua de hielo que me tiene preso.

viernes, 19 de febrero de 2010

Marismas de hiel

             Escribo sobre el odio y estriban mis palabras con el corazón hostigado por la ira, la misma que toma forma furtiva, y se desenreda en el viento levantando cenizas entre suspiros. Es una gacela lánguida que todo lo envenena, como el rubor del viento que golpea los amarres oscureciendo su tersura. Tan sólo el salitre atestigua su desmembrado escollo, un salitre henchido por el rumor de gente muerta, ciudades rotas y la ausencia de una certeza humana en las mentes de aquellos torsos, dorsos, bustos de mármol blanco sobre el que se refleja un dios que no existe. Choque de civilizaciones, economía en receso, recursos, expansión imperialista, todo nace y todo crece en el mismo laberinto de espejos que se agota y apoca su carne pútrida bajo los brazos de un demiurgo hostil que posee un semblante para cada uno de nosotros. Como la tierra abraza el mar en su forma más sencilla, el hombre se abraza a sí mismo y cuando sube la marea se desatan los amarres, los mismos amarres repletos de sal y sedientos de amor y poder en paradójica equidad. No puedo evitar escuchar un chirrido agudo, un silbido de grillo aterrado que me enloquece. Será eso a lo que llaman la voz de la conciencia.

sábado, 13 de febrero de 2010

Sólo hay un cuervo

           Gritaban las sombras esperando a devorar tu presencia, tu silente figura. Llovió y sin decir nada te serenaste, las luces de la tarde socavaban en tu estampa de lince. Un tejido de pájaros negros sentenciaba tu quedo empaque. Los cuervos sabían que lo sucedido había quedado retenido en tus ojos, en ese mirar donde se deshace tu historia y se desvela lo que somos, donde se soslayan las voces quebradas que acobardaron tu realidad. Y por ello tan sólo esperaban, esperaban para descifrarte y arrebatarte tu última sombra con una simple inclinación. Un aguijón más grande que tu propio alma dispuesto a arrebatarte todo, y empuñar tus retinas como cetros mostrándonos nuestro relato. Quiénes somos. Como un cuervo que te saca los ojos de un estruendo, así de agitado resulta mirar hacia dentro y descubrirte en el más inmenso vacío de estar asolas contigo mismo.

sábado, 6 de febrero de 2010

Máscara de estuco

Detuve el aliento y en silencio empecé a hablarme a solas, pensé que moría, que en algún momento no distinguiría los límites de mi cuerpo, callé y sentí la brisa que rozaba mis párpados. Era como si nunca hubiera existido, si como alguna vez nada de lo que me había preocupado me importara ahora. En este extraño sentir he estado enamorado de la nada y de todo, pensé, y una vez más noté la brisa y todo estaba por desvanecerse. Me di cuenta de que era lo más próximo a la eternidad de lo que nunca antes había estado.

Si en un soplo de luz se me aclararon más los ojos,
fue porque morí, y con la boca abierta besé el mundo,
palpé las piedras que cayeron al mar y salpicaron el anochecer.
Desdibujé la última lágrima desvanecida,
mientras figuras de barro acompañaban el movimiento
con sus máscaras de estuco blanco. Mecían mi sombra sus [susurros
desnudos,y acariciaban el contorno de mi piel
también desnuda, como un bailarín descalzo sobre el mármol,
como un pincel de labios como plumas.
Todo se volvió leve, y leve volvió de la nada,
del anclaje de nuestra memoria de tamiz de cáscara
maldita. Y allí entendí todo y nada, y me enamoré de ello.