No quiero escribir nada hoy
tan sólo observar, esperar, sentir mi figura como se me desprende
del pensamiento al desgarrarla con los dientes.
Arder mientras zozobra el tacto de mi piel que se arrastra
contra la mañana irreversiblemente.
Un pájaro golpea sobre el cristal
y desde el cielo las estrellas se agitan
haciendo llorar el amanecer desnudo.
No queda afán en mi aliento, ni voz
en mi pecho que vista mi alma.
Ahora, cada vez más desnudo como un ángel que aguarda
evocando un secreto, un murmullo líquido, redentor.
Lucen vagamente las simetrías rotas de este mundo,
y quien las ve no puede volver a mirar de otra forma
sino es con labios secretos.
Sólo quedará el contorno de nuestra piel bajo el espejo
de la memoria que aguarda la muerte.
viernes, 5 de noviembre de 2010
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